domingo, 17 de abril de 2011

Domingo de Ramos

Parroquia Nuestra Señora del Rosario
LEONES    -    17-04-2011  -  Año 8  -  Nº 432
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Domingo de Ramos
 Al comenzar la procesión
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO          21, 1-11

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al mon¬te de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Va¬yan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si al¬guien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver enseguida”».
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: « Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga».
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había man¬dado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y pre¬guntaban: «¿Quién es éste?» Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».
                                                                                            Palabra de Dios.

Lectura del libro del profeta Isaías     50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
                                                                                       Palabra de Dios.

SALMO                                              21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto.»  R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos.  R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.  R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel.»  R.

Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Filipos             2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
                                                       Palabra de Dios.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   27, 11-54
                                                                              Gloria a Ti Señor.
  ¿Tú eres el rey de los judíos?
 
            C.  Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó:
            S.  «¿Tú eres el rey de los judíos?»
            C.  El respondió:
            X  «Tú lo dices.»
            C.  Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
            S.  «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
            C.  Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
            S.  «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?»
            C.  El sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
            S.  «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho.»
            C.  Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
            S.  «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
            C.  Ellos respondieron:
            S.  «A Barrabás.»
            C.  Pilato continuó:
            S.  «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
            C.  Todos respondieron:
            S.  «¡Que sea crucificado!»
            C.  El insistió:
            S.  «¿Qué mal ha hecho?»
            C.  Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
            S.  «¡Que sea crucificado!»
            C.  Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
            S.  «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes.»
            C.  Y todo el pueblo respondió:
            S.  «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.»
            C.  Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
 
Salud, rey de los judíos


             C.  Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.
Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.
Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza,
pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él,
se burlaban, diciendo:
            S.  «Salud, rey de los judíos.»
            C.  Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de
nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
 
Fueron crucificados con él dos ladrones


             C.  Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos.» Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz


             C.  Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
            S.  «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
            C.  De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
            S.  «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios".»
            C.  También lo insultaban los ladrones crucificados con él.
 
Elí, Elí, ¿lemá sabactani?


             C.  Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
            X  «Elí, Elí, lemá sabactani.»
            C.  Que significa:
            X  «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
            C.  Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
            S.  «Está llamando a Elías.» En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
            S.  «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo.»
            C.  Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.


            Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.


            C.  Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
            S.  «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!» 
                                                                                                         
                                                                  Palabra del Señor.   
                                                            Gloria a Ti Señor Jesús.

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